Digan lo que digan escribir es divertirse !!
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Digan lo que digan escribir es divertirse !!
ENTREVISTA A FATOU DIOME
Traviesa, risueña, bromista, aparentemente naïf y con un punto malvado, nació en Niodor (Senegal) y era la única chica que iba a pescar con su abuelo. Él no sabía leer ni escribir y ella acudía a la escuela a escondidas hasta que la profesora fue a su casa a convencer a su familia. Con 25 años llegaba Fatou Diome (Isla de Niodor, Senegal, 1968) a Estrasburgo con un matrimonio fallido. Pronto, con La préference nationale (2001) se convirtió en una escritora de éxito y una de las voces africanas con más peso en idioma francés. Vive en Francia y ayer compareció en la Biblioteca Provincial de Cádiz dentro de un ciclo de conferencias de la Casa África del Ministerio de Asuntos Exteriores.
-Ha visitado tres continentes en el último mes. Viendo sus orígenes y su condición actual ¿Se considera una persona con suerte?
-No. He trabajado como un perro. Y siempre me han movido mis ganas de aprender.
-¿Cómo ha llegado a convertirse en una escritora de éxito?
-Yo vengo de una familia muy pobre de Senegal. Con 25 años me casé con un francés y nos fuimos a vivir a Estrasburgo. Allí estudiaba Literatura Comparada, especializada en los movimientos del XVIII. Lo nuestro fue muy mal. Ellos esperaban a Blancanieves y yo no lo era, así que surgió la catástrofe. Un día volví a casa y mi marido no estaba, así que conocí entonces la vida dura de emigrante. He limpiado muchas casas para pagarme mis estudios. ¡Claro, que he de decir que soy una buena limpiadora! En 2001 junté en Les préferences nationales seis cuentos sobre las mujeres que limpian en los hogares de los burgueses. Fui muy mala en ese libro -ríe-, pero marchó muy bien.
-Es ambidiestra ¿Lo necesita para comunicar al mismo tiempo en mundos tan distintos como África y Europa?
-Efectivamente, yo era zurda, pero en el colegio me hicieron escribir con la derecha a palos, así que puedo escribir con las dos. El problema es que la izquierda ha perdido su habilidad y la derecha nunca la tuvo, así que se puede decir que tengo dos manos izquierdas. Ambizurda. Aplicado esto a la literatura, entre África y Europa existe un lenguaje universal: las emociones humanas. Por ejemplo, mi abuelo es pescador y comprendí verdaderamente su condición cuando leí la novela El viejo y el mar, de Hemingway. Fíjese que tuvo que venir un blanco de allí lejos a explicarme lo que sentía mi abuelo negro de Senegal.
-¿No hay diferencias entre literatura europea y africana?
-La manera de contar de África sólo es especial para los blancos -ríe-. Mis novelas se han traducido, por ejemplo, al japonés. Yo no sé nada de ellos, al margen de algunas lecturas, ni ellos de Senegal, pero nos entendemos. No escribo sobre senegaleses o españoles, sino sobre el mundo en general. Un enamorado, un sueño, la belleza del mundo... Eso es para todos. Sólo las razones del dolor cambian, no el dolor, que no tiene identidad. Es solamente humano. Podría escribir ahora sobre una historia de amor en India o de la situación de las mujeres en Cádiz. Es un mundo global. La única diferencia que da identidad a un escritor es que sea buen o mal escritor.
-¿Se divierte?
-Me parto de risa cuando escribo. En mí hay una niña lista y seria que piensa en literatura y en hacer las cosas muy bien y también una chica gamberra de 13 años que se muere de risa. Comencé a escribir por ella y siempre estará en mí.
-¿Apuesta por una literatura inocente?
-Sí, pero no para ser puro, sino para mirar el mundo, esta playa, como si no se hubiera visto antes. ¿Ser un niño? Sí. Ellos toman un tren eléctrico y saben que no es de verdad, pero lo convierten en uno real. Le aseguro que hay pasajeros dentro que viajan de París a Barcelona. Digan lo que digan, escribir es diversión. Se trata de divertirse.
-¿Qué le parece la corriente de pensamiento del fracaso?
-Todas las modas son peligrosas. La única moda literaria válida es la pasión de ser libre. Entrar en una de esas corrientes es renunciar a tantas posibilidades... Cada libro mío es distinto. La técnica, la temática, la forma... Todo es distinto. Uno es autobiográfico intimista, otra una novela filosófica sobre el arte...
«Soy un intruso»
-¿Ha estudiado en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, beca Fullbright... Siente más responsabilidad el africano en la elite intelectual?
-Trabajé 14 años para pagarme los estudios, así que no estoy en la elite. Vengo de una familia muy humilde, así que digamos que estoy en un mundo en el que no debería de estar. Soy un intruso en la literatura.
-¿No siente el deber de luchar por las condiciones de su pueblo?
-Hay una gran diferencia entre la persona social y el escritor. En mi vida real soy la mayor de la familia y hay muchísima gente que depende de mí. Pero mi única oblogación como artista es escribir de lo que me interesa. Y si hay que luchar, lucho lo mismo por el blanco que por el negro. África no es la única razón por la que escribir y, si no hay arte, solamente queda una intención política. África tiene su sitio en la coherencia de una reflexión, no como un motivo.
-¿Porqué siempre encuentra una excusa para escribir sobre el mar?
-Nací en una isla, en Niodor. Desde pequeña iba a pescar con mi abuelo y eso se quedó ahí dentro. Para mi pueblo, el mar siempre fue práctico y peligroso, porque nos alimentaba a todos y nos mataba. Todas las familias habían perdido a alguien en el mar. Para mí ahora es una necesidad intelectual y al mismo tiempo un riesgo permanente, es decir, la metáfora de la vida.
-¿Volverá a Senegal?
-Suelo ir dos veces al año.
-A vivir definitivamente, digo.
-No lo sé. Igual vuelvo a Senegal, me construyo una cabaña en Australia o me alquilo un apartamento en el Paseo Marítimo de Cádiz como ese -señala-. Me asusta el sedentarismo. En el fondo, soy móvil en mi cabeza.
Traviesa, risueña, bromista, aparentemente naïf y con un punto malvado, nació en Niodor (Senegal) y era la única chica que iba a pescar con su abuelo. Él no sabía leer ni escribir y ella acudía a la escuela a escondidas hasta que la profesora fue a su casa a convencer a su familia. Con 25 años llegaba Fatou Diome (Isla de Niodor, Senegal, 1968) a Estrasburgo con un matrimonio fallido. Pronto, con La préference nationale (2001) se convirtió en una escritora de éxito y una de las voces africanas con más peso en idioma francés. Vive en Francia y ayer compareció en la Biblioteca Provincial de Cádiz dentro de un ciclo de conferencias de la Casa África del Ministerio de Asuntos Exteriores.
-Ha visitado tres continentes en el último mes. Viendo sus orígenes y su condición actual ¿Se considera una persona con suerte?
-No. He trabajado como un perro. Y siempre me han movido mis ganas de aprender.
-¿Cómo ha llegado a convertirse en una escritora de éxito?
-Yo vengo de una familia muy pobre de Senegal. Con 25 años me casé con un francés y nos fuimos a vivir a Estrasburgo. Allí estudiaba Literatura Comparada, especializada en los movimientos del XVIII. Lo nuestro fue muy mal. Ellos esperaban a Blancanieves y yo no lo era, así que surgió la catástrofe. Un día volví a casa y mi marido no estaba, así que conocí entonces la vida dura de emigrante. He limpiado muchas casas para pagarme mis estudios. ¡Claro, que he de decir que soy una buena limpiadora! En 2001 junté en Les préferences nationales seis cuentos sobre las mujeres que limpian en los hogares de los burgueses. Fui muy mala en ese libro -ríe-, pero marchó muy bien.
-Es ambidiestra ¿Lo necesita para comunicar al mismo tiempo en mundos tan distintos como África y Europa?
-Efectivamente, yo era zurda, pero en el colegio me hicieron escribir con la derecha a palos, así que puedo escribir con las dos. El problema es que la izquierda ha perdido su habilidad y la derecha nunca la tuvo, así que se puede decir que tengo dos manos izquierdas. Ambizurda. Aplicado esto a la literatura, entre África y Europa existe un lenguaje universal: las emociones humanas. Por ejemplo, mi abuelo es pescador y comprendí verdaderamente su condición cuando leí la novela El viejo y el mar, de Hemingway. Fíjese que tuvo que venir un blanco de allí lejos a explicarme lo que sentía mi abuelo negro de Senegal.
-¿No hay diferencias entre literatura europea y africana?
-La manera de contar de África sólo es especial para los blancos -ríe-. Mis novelas se han traducido, por ejemplo, al japonés. Yo no sé nada de ellos, al margen de algunas lecturas, ni ellos de Senegal, pero nos entendemos. No escribo sobre senegaleses o españoles, sino sobre el mundo en general. Un enamorado, un sueño, la belleza del mundo... Eso es para todos. Sólo las razones del dolor cambian, no el dolor, que no tiene identidad. Es solamente humano. Podría escribir ahora sobre una historia de amor en India o de la situación de las mujeres en Cádiz. Es un mundo global. La única diferencia que da identidad a un escritor es que sea buen o mal escritor.
-¿Se divierte?
-Me parto de risa cuando escribo. En mí hay una niña lista y seria que piensa en literatura y en hacer las cosas muy bien y también una chica gamberra de 13 años que se muere de risa. Comencé a escribir por ella y siempre estará en mí.
-¿Apuesta por una literatura inocente?
-Sí, pero no para ser puro, sino para mirar el mundo, esta playa, como si no se hubiera visto antes. ¿Ser un niño? Sí. Ellos toman un tren eléctrico y saben que no es de verdad, pero lo convierten en uno real. Le aseguro que hay pasajeros dentro que viajan de París a Barcelona. Digan lo que digan, escribir es diversión. Se trata de divertirse.
-¿Qué le parece la corriente de pensamiento del fracaso?
-Todas las modas son peligrosas. La única moda literaria válida es la pasión de ser libre. Entrar en una de esas corrientes es renunciar a tantas posibilidades... Cada libro mío es distinto. La técnica, la temática, la forma... Todo es distinto. Uno es autobiográfico intimista, otra una novela filosófica sobre el arte...
«Soy un intruso»
-¿Ha estudiado en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, beca Fullbright... Siente más responsabilidad el africano en la elite intelectual?
-Trabajé 14 años para pagarme los estudios, así que no estoy en la elite. Vengo de una familia muy humilde, así que digamos que estoy en un mundo en el que no debería de estar. Soy un intruso en la literatura.
-¿No siente el deber de luchar por las condiciones de su pueblo?
-Hay una gran diferencia entre la persona social y el escritor. En mi vida real soy la mayor de la familia y hay muchísima gente que depende de mí. Pero mi única oblogación como artista es escribir de lo que me interesa. Y si hay que luchar, lucho lo mismo por el blanco que por el negro. África no es la única razón por la que escribir y, si no hay arte, solamente queda una intención política. África tiene su sitio en la coherencia de una reflexión, no como un motivo.
-¿Porqué siempre encuentra una excusa para escribir sobre el mar?
-Nací en una isla, en Niodor. Desde pequeña iba a pescar con mi abuelo y eso se quedó ahí dentro. Para mi pueblo, el mar siempre fue práctico y peligroso, porque nos alimentaba a todos y nos mataba. Todas las familias habían perdido a alguien en el mar. Para mí ahora es una necesidad intelectual y al mismo tiempo un riesgo permanente, es decir, la metáfora de la vida.
-¿Volverá a Senegal?
-Suelo ir dos veces al año.
-A vivir definitivamente, digo.
-No lo sé. Igual vuelvo a Senegal, me construyo una cabaña en Australia o me alquilo un apartamento en el Paseo Marítimo de Cádiz como ese -señala-. Me asusta el sedentarismo. En el fondo, soy móvil en mi cabeza.
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