La Agorafobia y los espacios.
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La Agorafobia y los espacios.
La Agorafobia es la angustia de encontrarse en lugares o situaciones en las que puede ser difícil escaparse o bien puede resultar incómodo socialmente tener que marchar por miedo a perder el control de uno mismo.
A veces el miedo es que pueda aparecer una crisis de pánico por sorpresa. En general, este miedo se relaciona con lugares públicos, cerrados, incluso en el hogar, haciendo colas, etc. En otras ocasiones, el miedo es simplemente la anticipación de que pueda volver a producirse una crisis de pánico en un lugar donde previamente se sufrió una.
Es precisamente esa angustia la que ayuda a desarrollar un comportamiento de evitación que va limitando la movilidad en la vida cotidiana. En otros casos, esta limitación no es tan evidente debido a que el agorafóbico consigue trasladarse no sin sufrir en gran manera, o bien por el hecho de haber organizado en su entorno todo un dispositivo de acompañantes que le ayuden a superar su incapacidad para ir SOLO.
La mayoría de personas que sufren esta enfermedad no tienen una conciencia clara de que muchos de los síntomas que padecen, tanto de orden físico como psíquico, tienen todos ellos un nexo común. Algunas no perciben que este malestar puede ser algo denominado MIEDO.
A menudo, todos estos miedos se han desarrollado a partir de un episodio aislado al que denominamos CRISIS DE PÁNICO. En éste, la víctima de la crisis se siente de repente enfermo sin que exista un motivo aparente o inmediato.
En general, los síntomas más frecuentes suelen ser la percepción de un palpitar rápido y errático del corazón, una sensación de opresión en el pecho, el aire parece no llegar suficientemente a los pulmones y se establece una respiración rápida, descoordinada, que incrementa la sensación de ahogo y la impresión de que, de un momento a otro, la persona perderá el control de sí mismo.
También se puede llegar a pensar que la gravedad de lo que se está viviendo es la amenaza de una muerte inminente.
Durante la crisis pueden también aparecer nauseas, sudor intenso, sensaciones extrañas en la cabeza, hormigueo en manos y pies, molestias estomacales y también una desagradable sensación de inestabilidad que suelen interpretarse como crisis vertiginosa.
Éstos y otros síntomas se suelen interpretar por la mayoría de las víctimas del pánico como un trastorno físico y solicitan un examen médico después de esta primera experiencia o de otras subsiguientes.
En general, estos exámenes no suelen revelar ningún problema físico que explique la dramática situación vivida. Ante esta noticia, muchos pacientes siguen en la convicción de que sufren algo físico pero que no ha estado correctamente explorado o bien de que se les está ocultando una enfermedad fatal.
Ello acostumbra a ser el principio de una cadena de consultas interminables y de un creciente aislamiento del agorafóbico respecto de su entorno ya que no encuentra una salida a su trastorno ni comprensión alguna a su sufrimiento.
Tan frecuente es esta situación que varios estudios coinciden en señalar que existe una media de cinco años entre la aparición de las primeras crisis de pánico y la consulta a un psiquiatra. El nivel de gravedad, la evolución y las diferentes complicaciones que pueden conducir a este trastorno son muy diversas.
En cualquier caso, debe dejarse bien claro que para la gran mayoría de los casos existen tratamientos con un alto porcentaje de éxito.
La única manera de eliminar las limitaciones que produce el miedo es haciéndoles frente. Esta labor, sumamente difícil, para las personas que sufren agorafobia, puede resultar asumible si se les proporciona la supervisión técnica necesaria.
Criterios para el Diagnóstico de Agorafobia
1. Aparición de ansiedad al encontrarse en lugares donde escapar puede ser difícil (o embarazoso) o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren, automóvil.
2. Estas situaciones se evitan (por ej. se limita el número de viajes) se resisten a costas de un malestar o ansiedad significativos por temor a que aparezca una crisis de angustia o síntomas similares a la angustia, o se hace indispensable la presencia de un conocido para soportarlas.
3. Esta ansiedad o comportamiento de evitación no puede explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental como fobia social (por ej. evitación limitada a situaciones sociales por miedo a ruborizarse), fobia específica (por ej. evitación limitada a situaciones aisladas como los ascensores), trastornos obsesivos compulsivos (por ej. evitación de todo lo que pueda ensuciar en un individuo con ideas obsesivas de contaminación), trastornos por estrés post-traumático (por ej. evitación de estímulos relacionados con una situación altamente estresante o traumática) o trastorno de ansiedad por separación (por ej. evitación de abandonar el hogar o la familia).
AGORAFOBIA: GUÍAS PARA EL COMPAÑERO/A
Los miedos agorafóbicos y las conductas de evitación pueden ser muy difíciles de comprender para la persona que no los padece. Sin embargo, tan negativo es estar continuamente pendiente de los problemas agorafóbicos como no comprenderlos o hacer caso omiso de ellos. Puede ayudarle a comprender los problemas del agorafóbico el ponerse en su lugar y el intentar ver las cosas desde su punto de vista. No obstante, comprender los problemas del agorafóbico no significa estar de acuerdo con el modo infructuoso de responder ante ellos.
A continuación se detallan algunas orientaciones a tener en cuenta por parte de los familiares y allegados del agorafóbico/a.
El apoyo y ánimo por parte suya y de otras personas cercanas es sumamente valioso para el progreso del tratamiento.
Algunos tipos de "ayuda" (hacerle cosas al agorafóbico para que no tenga que exponerse a las situaciones temidas) favorecen la dependencia respecto de otras personas e interfiere con el tratamiento. Por lo tanto, tenga cuidado en no ofrecer este tipo de "ayuda".
El tipo correcto de ayuda consiste en animar y apoyar al agorafóbico para afrontar gradual y frecuentemente aquello que teme. Naturalmente, esto es muy distinto de obligarle a intentar tareas difíciles por medio de amenazas o ridículo. Lo que sí esta indicado es que le sugiera, pero no le imponga la práctica de ciertas actividades y el que llegue a acuerdos con él para realizar dicha práctica. Conviene no olvidar que la decisión final debe quedar siempre en manos del agorafóbico.
Es importante que elogie sinceramente tanto los esfuerzos como los logros del agorafóbico y que le asegure que nada horrible va a suceder durante la práctica. Aparte de los elogios, puede ser útil que tenga pequeños detalles (un obsequio sorpresa, invitación, etc.) para celebrar algunos avances conseguidos.
Tenga cuidado con no menospreciar los logros conseguidos, aunque éstos sean lentos o pequeños. Las cosas son mucho más difíciles para el agorafóbico de lo que pueden parecer a otras personas.
Es fácil impacientarse cuando las cosas van despacio y más todavía si ha habido un contratiempo o retroceso. Pero es justamente entonces cuando el agorafóbico necesita más ánimo y apoyo.
Siempre que sea posible, el agorafóbico debe practicar solo. En casos de situaciones difíciles, usted debe acompañarle las primeras veces.
Si acompaña en alguna práctica al agorafóbico, usted deberá:
* Animarle a seguir adelante.
* Elogiarle por su progresos.
* Animarle a comportarse con naturalidad.
* Recordarle el empleo de estrategias de afrontamiento.
* Alentarle para centrar su atención en la actividad que está realizando.
* No hablar continuamente sobre cómo se siente.
* Tranquilizarle en caso de que experimente una gran ansiedad (en vez de mostrar signos de preocupación y de hablar sobre las sensaciones experimentadas)
Debe preguntarle al agorafóbico por la práctica que ha llevado a cabo y mostrar su satisfacción por el esfuerzo realizado y los logros conseguidos, aunque sean pequeños. Al principio, debe hacer esto cada día y luego, conforme el agorafóbico vaya sintiéndose más seguro, con menos frecuencia.
No debe quejarse o mostrar impaciencia si el progreso es lento o variable, tampoco debe criticar o prestar atención especial a los fracasos, a excepción de animar al agorafóbico a que lo intente de nuevo, quizá de una forma algo diferente.
Tomado de AGORAFOBIA Y ATAQUES DE PÁNICO. Arturo Bados López (pp 347 y 348) ED. Pirámide.
TRATAMIENTO DE LA AGORAFOBIA:
Antiguamente, en la edad media, los que eran perseguidos por la justicia podían refugiarse en las iglesias para evitar ser capturados. De esta forma “se acogían a sagrado”. Los proscritos podían moverse a sus anchas por el interior de la iglesia porque allí tenían una seguridad. Este estado de seguridad se perdía si el individuo salía de ese recinto.
El agorafóbico también se acoge a sagrado. Para él existen ciertos lugares o determinadas personas que permiten que su ansiedad disminuya rápidamente o incluso que desaparezca.
Suele empezar con una crisis de angustia o ataque de pánico ante una determinada situación (el metro, el coche, en plena calle, en el trabajo...). Posteriormente, para evitar que esa crisis se repita, el agorafóbico deja de frecuentar el lugar donde se desarrolló la primera crisis, porque existe un miedo a que esa situación se vuelva a repetir. Se desarrolla una ansiedad ante la posibilidad de tener otro ataque. Con el tiempo es posible que la persona comience a generalizar su miedo a otras situaciones (se va acogiendo cada vez mas a sagrado) hasta que su vida va tornándose cada vez mas limitada.
Por lo tanto la agorafobia es un conjunto de fobias, un conjunto de miedos que se desencadenan cuando la persona no se halla en ese lugar seguro. La persona sabe que su miedo es irracional, pero en el fondo no se termina de creer que no le ocurrirá nada fuera de ese lugar seguro, por muchas veces que intenten repetírselo. Explicar la teoría es muy fácil, otra cosa es llevarlo a la práctica. Pero hay que tener en cuenta que los procesos de las personas son diferentes, y que cada uno tiene su propio ritmo.
Tratamientos más frecuentes
La terapia cognitivo-conductual es la que ha dado mejores resultados hasta ahora, pero eso no descarta que otros tipos de terapia no sirvan igual de bien a determinadas personas. Pero hay que tener en cuenta que es muy importante que la persona vaya experimentando avances.
Identificación y neutralización de los procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema.
Respiración diafragmática lenta y relajación muscular progresiva
Exposición intereoceptiva a sensaciones temidas para facilitar la habituación, el control de los síntomas y la pérdida del miedo al miedo.
Técnicas cognitivas: reestructuración de creencias distorsionadas e interpretaciones catastróficas, control de pensamientos automáticos, regulación de expectativas que se auto-cumplen, etc.
Exposición controlada y progresiva a situaciones temidas para facilitar la extinción de la ansiedad y/o la habituación a ella.
Intención paradójica: consiste normalmente en la prescripción del síntoma, normalmente con la finalidad de desactivar algún mecanismo que lo sostiene.
Entrenamiento asertivo, que facilite la expresión y aceptación de las emociones.
Medicación: normalmente en combinación y como apoyo del tratamiento psicológico, si bien en algunos casos dicha asociación está desaconsejada. Los medicamentos más utilizados son los ansiolíticos, particularmente las benzodiacepinas, y antidepresivos, comúnmente los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS).
Materiales de autoayuda, como complemento de la terapia.
Normalmente se sigue una terapia de exposición progresiva a los lugares temidos por el agorafóbico, aunque previamente se ha adiestrado al individuo en técnicas de relajación y respiración. Por otro lado, se trabaja con técnicas de parada de pensamiento y reestructuración cognitiva, esto es, una reinterpretación de las sensaciones, así como una racionalización de las emociones.
Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, aunque en ocasiones, en función del caso y del momento, está indicado el tratamiento grupal o la participación de algún acompañante.
La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos.
El tratamiento psicológico esta apoyado en muchos casos con un tratamiento farmacológico, ya sea con tranquilizantes o antidepresivos.
Lo recomendable es seguir ambos tipos de tratamiento. Con la farmacología conseguimos establecer unas bases a partir de las cuales la terapia psicológica puede actuar.
Estos son algunos de los recursos terapéuticos más conocidos y probados en el tratamiento de la Agorafobia. Se ha de tener en cuenta no obstante, que estos trastornos pueden venir asociados a otros problemas, que requieren también un abordaje, en el contexto de un tratamiento integrado y convenientemente articulado. El tratamiento, en rigor, no lo es de la agorafobia, sino de la persona que lo padece, en relación, naturalmente, con la demanda que efectúa.
Fuente: Clínica de la Ansiedad y portal de psicologia cantabria.es
A veces el miedo es que pueda aparecer una crisis de pánico por sorpresa. En general, este miedo se relaciona con lugares públicos, cerrados, incluso en el hogar, haciendo colas, etc. En otras ocasiones, el miedo es simplemente la anticipación de que pueda volver a producirse una crisis de pánico en un lugar donde previamente se sufrió una.
Es precisamente esa angustia la que ayuda a desarrollar un comportamiento de evitación que va limitando la movilidad en la vida cotidiana. En otros casos, esta limitación no es tan evidente debido a que el agorafóbico consigue trasladarse no sin sufrir en gran manera, o bien por el hecho de haber organizado en su entorno todo un dispositivo de acompañantes que le ayuden a superar su incapacidad para ir SOLO.
La mayoría de personas que sufren esta enfermedad no tienen una conciencia clara de que muchos de los síntomas que padecen, tanto de orden físico como psíquico, tienen todos ellos un nexo común. Algunas no perciben que este malestar puede ser algo denominado MIEDO.
A menudo, todos estos miedos se han desarrollado a partir de un episodio aislado al que denominamos CRISIS DE PÁNICO. En éste, la víctima de la crisis se siente de repente enfermo sin que exista un motivo aparente o inmediato.
En general, los síntomas más frecuentes suelen ser la percepción de un palpitar rápido y errático del corazón, una sensación de opresión en el pecho, el aire parece no llegar suficientemente a los pulmones y se establece una respiración rápida, descoordinada, que incrementa la sensación de ahogo y la impresión de que, de un momento a otro, la persona perderá el control de sí mismo.
También se puede llegar a pensar que la gravedad de lo que se está viviendo es la amenaza de una muerte inminente.
Durante la crisis pueden también aparecer nauseas, sudor intenso, sensaciones extrañas en la cabeza, hormigueo en manos y pies, molestias estomacales y también una desagradable sensación de inestabilidad que suelen interpretarse como crisis vertiginosa.
Éstos y otros síntomas se suelen interpretar por la mayoría de las víctimas del pánico como un trastorno físico y solicitan un examen médico después de esta primera experiencia o de otras subsiguientes.
En general, estos exámenes no suelen revelar ningún problema físico que explique la dramática situación vivida. Ante esta noticia, muchos pacientes siguen en la convicción de que sufren algo físico pero que no ha estado correctamente explorado o bien de que se les está ocultando una enfermedad fatal.
Ello acostumbra a ser el principio de una cadena de consultas interminables y de un creciente aislamiento del agorafóbico respecto de su entorno ya que no encuentra una salida a su trastorno ni comprensión alguna a su sufrimiento.
Tan frecuente es esta situación que varios estudios coinciden en señalar que existe una media de cinco años entre la aparición de las primeras crisis de pánico y la consulta a un psiquiatra. El nivel de gravedad, la evolución y las diferentes complicaciones que pueden conducir a este trastorno son muy diversas.
En cualquier caso, debe dejarse bien claro que para la gran mayoría de los casos existen tratamientos con un alto porcentaje de éxito.
La única manera de eliminar las limitaciones que produce el miedo es haciéndoles frente. Esta labor, sumamente difícil, para las personas que sufren agorafobia, puede resultar asumible si se les proporciona la supervisión técnica necesaria.
Criterios para el Diagnóstico de Agorafobia
1. Aparición de ansiedad al encontrarse en lugares donde escapar puede ser difícil (o embarazoso) o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren, automóvil.
2. Estas situaciones se evitan (por ej. se limita el número de viajes) se resisten a costas de un malestar o ansiedad significativos por temor a que aparezca una crisis de angustia o síntomas similares a la angustia, o se hace indispensable la presencia de un conocido para soportarlas.
3. Esta ansiedad o comportamiento de evitación no puede explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental como fobia social (por ej. evitación limitada a situaciones sociales por miedo a ruborizarse), fobia específica (por ej. evitación limitada a situaciones aisladas como los ascensores), trastornos obsesivos compulsivos (por ej. evitación de todo lo que pueda ensuciar en un individuo con ideas obsesivas de contaminación), trastornos por estrés post-traumático (por ej. evitación de estímulos relacionados con una situación altamente estresante o traumática) o trastorno de ansiedad por separación (por ej. evitación de abandonar el hogar o la familia).
AGORAFOBIA: GUÍAS PARA EL COMPAÑERO/A
Los miedos agorafóbicos y las conductas de evitación pueden ser muy difíciles de comprender para la persona que no los padece. Sin embargo, tan negativo es estar continuamente pendiente de los problemas agorafóbicos como no comprenderlos o hacer caso omiso de ellos. Puede ayudarle a comprender los problemas del agorafóbico el ponerse en su lugar y el intentar ver las cosas desde su punto de vista. No obstante, comprender los problemas del agorafóbico no significa estar de acuerdo con el modo infructuoso de responder ante ellos.
A continuación se detallan algunas orientaciones a tener en cuenta por parte de los familiares y allegados del agorafóbico/a.
El apoyo y ánimo por parte suya y de otras personas cercanas es sumamente valioso para el progreso del tratamiento.
Algunos tipos de "ayuda" (hacerle cosas al agorafóbico para que no tenga que exponerse a las situaciones temidas) favorecen la dependencia respecto de otras personas e interfiere con el tratamiento. Por lo tanto, tenga cuidado en no ofrecer este tipo de "ayuda".
El tipo correcto de ayuda consiste en animar y apoyar al agorafóbico para afrontar gradual y frecuentemente aquello que teme. Naturalmente, esto es muy distinto de obligarle a intentar tareas difíciles por medio de amenazas o ridículo. Lo que sí esta indicado es que le sugiera, pero no le imponga la práctica de ciertas actividades y el que llegue a acuerdos con él para realizar dicha práctica. Conviene no olvidar que la decisión final debe quedar siempre en manos del agorafóbico.
Es importante que elogie sinceramente tanto los esfuerzos como los logros del agorafóbico y que le asegure que nada horrible va a suceder durante la práctica. Aparte de los elogios, puede ser útil que tenga pequeños detalles (un obsequio sorpresa, invitación, etc.) para celebrar algunos avances conseguidos.
Tenga cuidado con no menospreciar los logros conseguidos, aunque éstos sean lentos o pequeños. Las cosas son mucho más difíciles para el agorafóbico de lo que pueden parecer a otras personas.
Es fácil impacientarse cuando las cosas van despacio y más todavía si ha habido un contratiempo o retroceso. Pero es justamente entonces cuando el agorafóbico necesita más ánimo y apoyo.
Siempre que sea posible, el agorafóbico debe practicar solo. En casos de situaciones difíciles, usted debe acompañarle las primeras veces.
Si acompaña en alguna práctica al agorafóbico, usted deberá:
* Animarle a seguir adelante.
* Elogiarle por su progresos.
* Animarle a comportarse con naturalidad.
* Recordarle el empleo de estrategias de afrontamiento.
* Alentarle para centrar su atención en la actividad que está realizando.
* No hablar continuamente sobre cómo se siente.
* Tranquilizarle en caso de que experimente una gran ansiedad (en vez de mostrar signos de preocupación y de hablar sobre las sensaciones experimentadas)
Debe preguntarle al agorafóbico por la práctica que ha llevado a cabo y mostrar su satisfacción por el esfuerzo realizado y los logros conseguidos, aunque sean pequeños. Al principio, debe hacer esto cada día y luego, conforme el agorafóbico vaya sintiéndose más seguro, con menos frecuencia.
No debe quejarse o mostrar impaciencia si el progreso es lento o variable, tampoco debe criticar o prestar atención especial a los fracasos, a excepción de animar al agorafóbico a que lo intente de nuevo, quizá de una forma algo diferente.
Tomado de AGORAFOBIA Y ATAQUES DE PÁNICO. Arturo Bados López (pp 347 y 348) ED. Pirámide.
TRATAMIENTO DE LA AGORAFOBIA:
Antiguamente, en la edad media, los que eran perseguidos por la justicia podían refugiarse en las iglesias para evitar ser capturados. De esta forma “se acogían a sagrado”. Los proscritos podían moverse a sus anchas por el interior de la iglesia porque allí tenían una seguridad. Este estado de seguridad se perdía si el individuo salía de ese recinto.
El agorafóbico también se acoge a sagrado. Para él existen ciertos lugares o determinadas personas que permiten que su ansiedad disminuya rápidamente o incluso que desaparezca.
Suele empezar con una crisis de angustia o ataque de pánico ante una determinada situación (el metro, el coche, en plena calle, en el trabajo...). Posteriormente, para evitar que esa crisis se repita, el agorafóbico deja de frecuentar el lugar donde se desarrolló la primera crisis, porque existe un miedo a que esa situación se vuelva a repetir. Se desarrolla una ansiedad ante la posibilidad de tener otro ataque. Con el tiempo es posible que la persona comience a generalizar su miedo a otras situaciones (se va acogiendo cada vez mas a sagrado) hasta que su vida va tornándose cada vez mas limitada.
Por lo tanto la agorafobia es un conjunto de fobias, un conjunto de miedos que se desencadenan cuando la persona no se halla en ese lugar seguro. La persona sabe que su miedo es irracional, pero en el fondo no se termina de creer que no le ocurrirá nada fuera de ese lugar seguro, por muchas veces que intenten repetírselo. Explicar la teoría es muy fácil, otra cosa es llevarlo a la práctica. Pero hay que tener en cuenta que los procesos de las personas son diferentes, y que cada uno tiene su propio ritmo.
Tratamientos más frecuentes
La terapia cognitivo-conductual es la que ha dado mejores resultados hasta ahora, pero eso no descarta que otros tipos de terapia no sirvan igual de bien a determinadas personas. Pero hay que tener en cuenta que es muy importante que la persona vaya experimentando avances.
Identificación y neutralización de los procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen, no a la solución, sino al mantenimiento del problema.
Respiración diafragmática lenta y relajación muscular progresiva
Exposición intereoceptiva a sensaciones temidas para facilitar la habituación, el control de los síntomas y la pérdida del miedo al miedo.
Técnicas cognitivas: reestructuración de creencias distorsionadas e interpretaciones catastróficas, control de pensamientos automáticos, regulación de expectativas que se auto-cumplen, etc.
Exposición controlada y progresiva a situaciones temidas para facilitar la extinción de la ansiedad y/o la habituación a ella.
Intención paradójica: consiste normalmente en la prescripción del síntoma, normalmente con la finalidad de desactivar algún mecanismo que lo sostiene.
Entrenamiento asertivo, que facilite la expresión y aceptación de las emociones.
Medicación: normalmente en combinación y como apoyo del tratamiento psicológico, si bien en algunos casos dicha asociación está desaconsejada. Los medicamentos más utilizados son los ansiolíticos, particularmente las benzodiacepinas, y antidepresivos, comúnmente los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS).
Materiales de autoayuda, como complemento de la terapia.
Normalmente se sigue una terapia de exposición progresiva a los lugares temidos por el agorafóbico, aunque previamente se ha adiestrado al individuo en técnicas de relajación y respiración. Por otro lado, se trabaja con técnicas de parada de pensamiento y reestructuración cognitiva, esto es, una reinterpretación de las sensaciones, así como una racionalización de las emociones.
Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, aunque en ocasiones, en función del caso y del momento, está indicado el tratamiento grupal o la participación de algún acompañante.
La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos.
El tratamiento psicológico esta apoyado en muchos casos con un tratamiento farmacológico, ya sea con tranquilizantes o antidepresivos.
Lo recomendable es seguir ambos tipos de tratamiento. Con la farmacología conseguimos establecer unas bases a partir de las cuales la terapia psicológica puede actuar.
Estos son algunos de los recursos terapéuticos más conocidos y probados en el tratamiento de la Agorafobia. Se ha de tener en cuenta no obstante, que estos trastornos pueden venir asociados a otros problemas, que requieren también un abordaje, en el contexto de un tratamiento integrado y convenientemente articulado. El tratamiento, en rigor, no lo es de la agorafobia, sino de la persona que lo padece, en relación, naturalmente, con la demanda que efectúa.
Fuente: Clínica de la Ansiedad y portal de psicologia cantabria.es
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